24 agosto 2006

El Piso de Arriba... (o lo inevitablemente bello de encontrarnos)

Cada vez más y más intensamente he estado disfrutando de encontrarme con otros, de coincidir con otros, de rozar (y ser rozada) por las vidas de otros.

Si he de ser justa, diré que amo profundamente a mis amigos y amigas, independiente de la frecuencia, periodicidad y nivel de cercanía que la vida nos devenga en cada momento. Amo muchísimo los vinculos que me unen a quienes considero mi familia, incluso cuando a veces se trata de personas perdidas en los tiempos de mi árbol genealógico; y considerando también que las distancias y cercanías también son a veces flexibles y móviles. Ni que decir de los amores de pareja de la vida, amores significativos, y que también se transforman, y que van permaneciendo vigentes con otras formas y ropajes (por lo menos algunos). Los vinculos profundos, los amores -diversos, variados, cambiantes- son, definitivamente algo importante en mi particular forma de vivirme la vida. Y nutren, movilizan, enriquecen y desordenan todo de maneras que se agradecen.

La importancia en la vida que los vinculos elegidos y cultivados (como amigos, parejas, familia) ha sido bastante evidente para mi misma desde temprano. Sin embargo, este último tiempo he comenzado a vislumbrar también ese placer de la conexión con otros-otros. Porque hay tantas formas de vincularnos, no? Hay vinculos sutiles, breves, visuales, virtuales, teóricos, corporales, platónicos, imaginarios, reales, adivinados... Y me refiero a que, finalmente, no podemos sino vincularnos. Y vivenciar esas vinculaciones más concientemente le da otro toque a la vida. Siempre está la posibilidad de coincidir con otro en algún lugar, en algún afecto, en alguna idea... Siempre está latente la posibilidad de conectarnos a través de nuestras diferencias, de lo complementario que podemos ser. La maravilla de mezclarnos en nuestras diferencias y de coincidir en nuestras similitudes está en potencia en cada posibilidad de contactar a otro. Y puede llegar a ser tan fácil, y tan accesible, y tan necesario, y tan bello. Independiente de lo que un contacto con otro dure, se prolongue o se difumine. Independiente de lo real, virtual o sutil de los encuentros.

Es inevitable encontrarnos. Y eso puede llegar a ser maravilloso. Sobre todo si uno anda con el corazón abierto. Bien dispuesto a recibir lo que el otro es y lo que puede compartir. Y a dejarse explorar y entregar lo que uno es. Puede ser fácil. Aunque tiene harta estructura en contra, en todo caso. Las paranoias, las desconfianzas, la competencia no facilitan la cosa. Pero el vislumbrar, adivinar, sintonizar con otros corazones que andan dispuestos al encuentro está ahí, disponible. Si. Si hay un piso de arriba. Con tanta gente que no imaginamos. Y probar a subir la escalera y asomarse, creo que puede llegar a ser un ejercicio sorprendente y renovador para todos...

1 comentario:

Agus Acosta dijo...

No hay desconocidos sino amigos por conocer........