13 agosto 2006

Caminos Inútiles I

Rebeldía: Ser o No Ser, he ahí el Dilema...



Si hay algo que puede ser apasionante, bella y complejamente inútil en este mundo es la rebelión. Y para acercarla aún más al Reino de lo Inútil, me refiero esta vez a las rebeliones que tienen su origen en un movimiento interior; primera puerta que tiene sentido abrir, para mí, antes de hablar de cualquier otra rebeldía posible.

Porque, cuando nos conectamos con lo genuina y únicamente propio: nosotros mismos, las cosas dejan de verse igual. Y se inicia una relación con el mundo que no tiene vuelta atrás. Tiene eso de hermoso, porque de verdad las cosas no vuelven a ser como antes. Y no podemos volver a tomarnos la "pastilla azul" y seguir autoengañandonos. Los cambios de mirada van haciendo caer muchas cosas, y se necesita valor y lucidez para asumir el desafío de ser con verdad; independientemente de cualquier otra cosa... (Y mantenerse en eso, claro está...)

Y esa sensación de comezón empieza a aparecer más a menudo frente a algunas cosas; resultan menos obvias. Y empieza desde lo profundo un negarse a aceptar, a involucrarse, a tragarse cuentos y supuestos circundantes, formas de relacionarse, lugares en lo que ubicarse. Como...
  • Negarse a ser instalada, encajada y reducida a un rol, una posición, una profesión, una clase, un género, una nacionalidad, un lugar, un ente productivo, unos valores, un estilo de vida, una expectativa, una deuda pendiente, una respuesta a algo…
  • Negarse a prestarse o a ser ubicada como objeto (objeto no importa de qué: de manipulación, de seducción, de control, de consumo, de uso, de abuso;de lo que sea... pero objeto al fin)
  • Negarse a demostrarle nada a nadie, a ganarle a alguien, a empatarle a alguien, a perder con alguien, a competir con alguien…
  • Negarse a ser sometida a prueba, juzgada, evaluada, comparada...
Solo querer ser. Pero en realidad uno ya es. Y al empezar a conectarse con eso deja de importar tanto oponerse a donde te pone, te juzga o te mira un otro. Pero todavía no se asienta. Y todavía hay algo de confusión. Y parece necesario desoir. Desoir y deaprender tantas cosas. Incluso algunas que venían de buenos maestros. Porque los buenos maestros (y desde otra perspectiva, los malos también) están para iluminar el camino, no para prescribirlo. Y por lo tanto, también están ahí para ser desafiados cuando la voz interna dice otra cosa. Y la cosa puede moverse ya no a negar, sino a esquivar. La necesidad firme de pasar de. De abstenerse. De ser una superficie donde resbalen frases, palabras, voces. Como..
  • Abstenerse de calzar, de cumplir, de encajar...
  • Abstenerse de adscribirse a las doctrinas, catálogos, recetas, manuales, mandamientos, instructivos, decretos, dogmas, conveniencias, deberes, recomendaciones, guías, explicaciones, y largas de listas de consejos e instrucciones brindados tan generosamente y "por mi bien"...
  • Abstenerse de enganchar con piropos, buenos calificativos, malos calificativos, insultos, alabanzas, indiferencias....
Y todavía hay resistencia, no? Negarse y abstenerse todavía tiene un componente de bronca. Y la bronca amarra, engancha. Y viene el soltar. Soltar nuestras queridas y antiguas identificaciones y calificaciones. Esta vez las propias. No las de otros. Aunque están vinculadas. Y mucho. Renunciar a las identificaciones, que pueden dar tantas seguridades en este mundo que necesita certezas es un regalo que nos damos. E implica renunciar a las expectativas de otros, porque claro, las expectativas de otros molestan mucho cuando uno no calza, pero… cuando se está cerca,cuando pareciera que se puede, cuando dar en el gusto y encajar parece ser tan facil, que tentación, no? Pero moverse un poquito, adaptarse un poquito, para calzarle, para demostrarle al otro que no se equivocó contigo, implica transar y transarnos. (Y puede terminar enfermando bastante, la verdad… )

Y... estamos de acuerdo: esto es un juego y los juegos se juegan desde roles y lugares definidos. Si estamos adentro, juguemos, pero... ¿para qué olvidar que estamos jugando? ¿para que reducirnos y reducir a otros sólo porque creemos que el juego es todo lo que existe? ¿Por qué no aproximarnos a poner distancia? Y jugar también con la distancia. Distancia que nos permita ver pacificamente el despliegue del juego. Y poder meterse y jugar. Comprometidos. Apasionados. Y salirse y mirar. Pacificos. Concientes.

Esa distancia va permitiendo un despliegue más fluído. Un silencio. Una pausa. Y va permitiendo valorar y asumir lo que somos. Encontrarnos. Y vivir desde nuestras propias verdades. La verdadera rebeldía es ganarse el propio Ser, y vivir y actuar y Ser desde ahí, desde lo propio. Con la maravilla constatación además, que desde ahí no queda sino ver y vincularse con el otro también, desde su legitima, misteriosa y bella impredectibilidad de Ser.

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