24 mayo 2006

Encuentros musicales del primer, segundo y tercer tipo...

Una de mis amadas "debilidades" es el gusto exagerado por la música casi de todo tipo. Escuchar música puede llegar a ser una experiencia completamente intensa, majestuosa y trastocante. Esa onda...

En fin, la música en la vida da para mucho. Por ejemplo, un concepto que he incorporado por completo a mi jerga es el de "Banda Sonora Personal", aplicable a momentos de la vida. En lo particular, tengo asociados discos, cantantes y músicas completas, a ciertas etapas de la propia historia. Y volver a escuchar esas bandas sonoras de otros tiempos tiene la magia de trasportarme a otro momento, con tal fuerza a veces, que hasta es posible recuperar imágenes nítidas, olores y sabores de esos tiempos. ¡Magia Pura! Por lo demás suele ocurrir que los grandes placeres culpables musicales que uno carga (los mios son cada vez menos culpables...) provienen de estas bandas sonoras antiguas, y las azarosas asociaciones que ligaron recuerdos importantes a composiciones de dudosa calidad musical, pero a los que se unieron entrañables afectos.

Otro detalle que disfruto más allá del placer mismo que la música ofrece, es su caracter vincular. ¿O acaso hay algo más entretenido (seguro que sí...) que descubrir una canción favorita, cantante o CD, común con otra persona? Es impresionante la cantidad de nuevos detalles que uno puede llegar a conocer de otro iniciando una conversación sobre gustos y delirios musicales; y los puentes que se pueden hacer cuando uno sintoniza en esos planos. Por otro lado, es una experiencia del todo placentera, el ser inducida a un nuevo gusto musical por un otro significativo. Es como si se formara un indeleble lazo que, independiente del futuro del vinculo, dejara su huella conectando musicalmente para siempre... Mención aparte requieren esas dinámicas que nos hacen entrar en locuras temporales, donde compartimos y compartimos discos y músicas que despiertan nuestros apetitos, con una voracidad que a veces ni permite escucharlas por completo, antes de pasar a otra. Discutibles pero entretenidas dinámicas, cuyas consecuencias a veces nos permiten recuperar musicas favoritas de dificil acceso, gracias a la generosidad de haber compartido sus respaldos (conocidos vulgar e injustamente como pirateos)...

Amo escuchar una canción que me recuerda a alguien. Amo cuando una interpretación musical me toca las fibras. Amo (sin duda alguna) cuando una melodía me atrapa para danzarla (y si la danza es posesión, mejor aún...) Amo cuando una canción se transforma en vinculo cómplice. Amo regalar música. Amo compartirla. Amaría cantarla con toda la fuerza, pero no me da el atrevimiento todavía. Quien sabe si alguna vez...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola tú haces clases de danza del vientre?

muchos saludos
karina